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05 de septiembre 2017

Gerardo Fernández

REIVINDICACIÓN DE ATILIO STAMPONE

Tiempo de lectura: 4 minutos

En los tres discos que arregló para Roberto Goyeneche (“Sentimiento tanguero” -1972- “Goyeneche 73” -1973- y “Personalidad y tango” -1974-) confirmó que desde el punto de vista creativo venía en llamas desde “Concepto”, ese álbum sencillamente inmejorable de 1972. Probablemente en los tres álbumes junto al polaco llegó a su punto más alto en el proceso de síntesis que todo músico tiene alguna vez. Al fin y al cabo, un arreglo es una recopilación de información sonora y quizá lo valioso de Atilio, como de tantos arregladores de primer orden, consista en haberlos expresado en discos verdaderamente maravillosos que se encuentran entre 1970 y 1975. Los arreglos de esos álbumes aún hoy suenan actuales. Son esos sucesos que se dan de vez en cuando y desafían su tiempo. Eduardo Lagos compuso “La Oncena”, ese moño con ritmo de chacarera, en 1956, aún hoy suena a vanguardia…

En estas tres placas Atilio confeccionó arreglos majestuosos para temas como “Grisel”, “Afiches”, “Naranjo en flor”, “Maquillaje” y “Chau no va más”, por nombrar algunos de los más conocidos, transgrediendo en muchos aspectos los límites del género con la incorporación de instrumentos extraños al sonido típico hasta innovaciones en los colores y en el clima de cada obra. Se puede hallar un tema cuya introducción esté a cargo de un oboe, o con el timbal dando la nota para la entrada de la voz. No estamos hablando de temas bailables de modo tradicional, hablamos de un clima con mucha  introspección donde las cuerdas suenan con una gordura inusual, se siente el peso y el sonido de una gran orquesta. A ver si nos entendemos: para la generación que venía con el rock progresivo y el jazz rock en los comienzos de los setenta la obra que produjo Stampone en estos discos resultaron amigables porque están imbuidas de la misma impronta rupturista que atravesó a la mayoría de los géneros populares del continente por esos años, donde Chucho Valdés incendiaba a pura creatividad la música afrocubana, Tom Jobim y Joao Gilberto hacían lo propio en Brasil y ni hablar de Piazzolla…

para la generación que venía con el rock progresivo y el jazz rock en los comienzos de los setenta la obra que produjo Stampone en estos discos resultaron amigables

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Claro que no faltará un gerente de la tradición suponiendo, o directamente acusando, que lo hecho por Stampone debería compilarse entre los sacrilegios más imperdonables padecidos por la música de Buenos Aires. En definitiva, esta tensión es inherente al entorno del tango y la mayoría de la música popular. Lo concreto es que quien creció entre Piazzola, Weather Report, Chick Corea o Emerson Lake & Palmer asimila los arreglos de Atilio como algo sencillamente normal, como producto de su tiempo. Quizá le tocó a  Stampone estar en el lugar y la hora indicados, algo que le significó expresar a una generación tanguera que se las traía, donde descollaban Osvaldo Berligieri, Leopoldo Federico o Raúl Garello, entre otras grandes figuras que vendrían a posicionarse como la camada siguiente a la de Troilo y Pugliese, pero donde también se instalaban los más jóvenes como Juan José Mosalini, Daniel Binelli, Rodolfo Mederos, etc.

En una charla allá por 2011 Atilio me contó algunos diálogos que tuvo con Aníbal Troilo, empezando por el arreglo que hizo de Responso, donde metió el Kyrie. Recuerda Atilio:

Aníbal Troilo: Me cambiaste todo.

Atilio Stampone: ¿Porqué escribiste Responso?

AT: Para Homero, cuando murió.

AS: Si vas a una Iglesia a rezar por Homero, cuando entrás ¿qué escuchás? Un kyrie…

AT: Pero me cambiaste el ritmo, también.

AS: Cuando te cambio el ritmo te respeto todas las notas, que son tuyas

AT: Pero igual no me gusta.

“Es que Troilo representaba una época y yo otra”, concluía Stampone, y ahí radica un elemento a tener en cuenta.

El Polaco escuchó el arreglo de 'Pampero' y me preguntó '¿Cuándo entro?, estampita'. 'Escuchá la nota que te da el timbal'

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Pero sigue Atilio:

“Cuando Goyeneche me propuso grabar juntos, le puse como única condición que me dejara crear con absoluta libertad, pedido al que el polaco naturalmente accedió. Eran los tiempos del mítico Caño 14. El Polaco escuchó el arreglo de ‘Pampero’ y me preguntó ‘¿Cuándo entro?, estampita’. ‘Escuchá la nota que te da el timbal’, le dije. Cuando salieron las primeras pistas, una noche en Caño 14, el polaco luego de la función, a las 3 de la mañana, le dijo a los músicos y amigos: ‘No se vayan que van a escuchar lo que hizo este loco’. Escuchamos “Afiches”, “Canción Desesperada” y Pichuco me dice ‘¿qué hiciste?’. Le dije: ‘¿cómo qué hice? Acompañé a este loco’. El gordo me decía que no había ninguna introducción. Y le expliqué que la introducción no es anunciar el tema sino algo que vaya creando, el clima, el tema empieza cuando entra la voz. Y el gordo me dice: ‘sabés que tenés razón’. Es que cuando la figura es el solista todo es muy distinto a cuando es el cantante de una orquesta, eso sucede con Sinatra o Tonny Bennett, sin ir más lejos. ‘Vos estás loco’, me decía el Gordo. Yo había cambiado la armonización del tango, no le respeté ningún acorde a ningún autor y aún hoy sigo sin entender cómo Francisco De Caro pudo componer Flores Negras allá por los años 1922/23.”

Atilio Stampone es uno de los directores y arregladores quizá más libres que tuvo la música de Buenos Aires, uno de los tantos que se animó a introducir cosas nuevas, o al menos ajenas a la tradición, como por caso iniciar un tema con un solo de oboe (Tabaco). Cuando viene el tiempo cálido lo veo cada mañana en la Plaza caminando, va como en otra frecuencia, vaya uno a saber en qué corchea va pensando. Ha llegado a los 90 y sigue trabajando, con la humildad de siempre, es de esos músicos que verdaderamente aman lo suyo y le encanta hablar y contar anécdotas. Va como uno más, entre tantos, luchando por mantener su estado físico, pulseando contra un probable exceso de calorías ingeridas en el fin de semana. Es un hombre más, un porteño más, una de esas personalidades que seguramente quedarán en la historia apenas un escalón debajo de Gardel o Troilo. Pero, eso sí, cada vez que se hable de la obra de Roberto Goyeneche, no faltará el que te susurre al oído “Los mejores discos los grabó con Stampone”.

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