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16 de septiembre 2016

Mariano Schuster

Jefe de redacción de La Vanguardia. Editor en Nueva Sociedad.

RUGBIERS, LINYERAS Y POESÍA

Tiempo de lectura: 5 minutos

Cambiábamos de país como de zapatos
a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos
donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.
Y, sin embargo, sabíamos
que también el odio contra la bajeza desfigura la cara.
También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,
que queríamos preparar el camino para la amabilidad
no pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
en que el hombre sea amigo del hombre,
pensad en nosotros
con indulgencia.

Bertolt Brecht

 

Entre los muchos y buenos poemas de Bertolt Brecht, nos acostumbramos a citar uno. Fue escrito quince años antes de su muerte, y refleja su inquebrantable fe en el futuro promisorio que proponía el marxismo leninismo. Brecht estaba convencido: después de años de lucha, de sufrimiento y de muerte, llegaría la sociedad en la que los hombres serían hermanos  ¿Cómo recordarían las futuras generaciones, a quienes habían luchado por ella? ¿Como evocarían los hombres nuevos a los revolucionarios que habían combatido por la amabilidad pero que no siempre habían podido ser amables? La pregunta, que lo atormentaba, solo tenía una respuesta de súplica. Brecht pedía indulgencia.

El poema nos coloca en un atolladero.  ¿Se avanza o se retrocede al matar? ¿Se avanza o se retrocede al considerar que, para que el bien triunfe, precisamos eliminar el mal? “El odio contra la bajeza que desfigura la cara” y “la ira contra la injusticia que pone ronca la voz” ¿pueden fomentar la sociedad con la que soñamos?  Supongo que no hay respuesta precisa.

Hace solo unos días, un linyera fue golpeado por la espalda por un joven rugbier del club San Cirano. El hombre, que vive en la calle, cayó al suelo después de que el chico – que tiene las características fisonómicas de un mastodonte – lo empujara sin piedad y sin motivos. Sus amigos filmaron la escena y la subieron a las redes sociales. Para ellos, la violencia del poderoso contra el débil es un objeto de gracia. El sufrimiento del pobre es motivo de burla.

Rugbier San Cirano

¿Qué sintieron ustedes al ver el video? Puedo decirles, claro, lo que sentí yo: que la justicia, si existe, implicaba que alguien tomase un fusil, amordazara al rugbier, y después de humillarlo verbalmente, le pegase un tiro en la frente. O que un Ejercito Rojo entrase a su casa y, como se hacía en otras épocas, lo fusilase sin ninguna piedad. Lo sé. No está bien decirlo. Pero todos tenemos, en algún momento y bajo alguna circunstancia, sensaciones parecidas. A veces, resulta una lástima que ajusticiar no sea hacer justicia.

¿Cómo se hace justicia? ¿Condenando al rugbier a una probation o llevándolo a una relación con el agredido?

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Martín Rodriguez, uno de los mejores poetas de mi generación, escribió algo interesante sobre la forma de hacer justicia en un caso como éste. Planteó la necesidad de que el agresor  no fuese condenado “a hacer tarea comunitaria en una de las tantas Ong$ que tercerizan el bien” sino a “construir un vínculo entre ellos. Que no se le pierda el rastro al linyera, que se sepa de él, y que se puedan mirar ambos a los ojos”.  Lo central, decía,  es “que no se pierda ni diluya tan rápido la relación entre la víctima y el victimario. Que trabajen entre ellos. Que no se tercerice la reparación en tantas mediaciones que desvinculan. Que no se enfrenten los rugbiers sólo a la mirada sancionatoria de una sociedad indignada. Que no pierdan de vista la escena, al que salió lastimado. Que tengan que tener una palabra hacia él.” Creo que estaba en lo cierto.

El rugby, lo sabemos, nació como un deporte de elite. Era practicado por las clases acomodadas y las clases medias altas pero con un estricto sentido de la caballerosidad. Lejos de su fama de agresivo,  se trata de un deporte de hombres leales. Fue imaginado como un juego de señores, donde resulta imprescindible evitar lesionar y generar sufrimiento físico en el contrincante. En el rugby, la fuerza del avance no es individual sino colectiva. Y el tackle, que tanto asusta, debe ser una maniobra limpia, en la que el jugador tome al contrincante de manera tal que no le produzca dolor. A diferencia del fútbol, donde tras los partidos solo hay un saludo dentro de la cancha, en el rugby existe el tercer tiempo. Es decir, un encuentro cara a cara. Una comida y una botella en una mesa. Un encuentro de fraternidad.

¿Creen ustedes realmente que todos los rugbiers son como el joven que golpeó a un linyera por la espalda hace unos días?

Rodolfo Axat era rugbier y militante montonero. Su mirada de los de abajo era muy distinta de la del jóven que golpeó al linyera. Está desaparecido

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Rodolfo Axat despuntaba como ala en el Club Deportivo La Plata.  Era, además, estudiante de medicina y filosofía, y militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, primero, y de Montoneros, después.  ¿Qué si su trabajo por una sociedad igualitaria había menguado con el rugby? Por el contrario, había crecido. Como militante, fue políticamente incorrecto. Criticó la sustitución de la vía política por la vía militar, y optó por abandonar la logística de Montoneros para transformarse en obrero raso del frigorífico Swift y organizar tareas de propaganda política. Rodolfo y su mujer, Ana Ines Della Croce, fueron secuestrados el 12 de abril de 1977 en La Plata. Nunca más aparecieron.

Santiago Sánchez Viamonte, Mariano Montequín, Otilio Pascua, Hernán Rocca, Pablo Balut, Jorge Moura, Alfredo Reboredo, Luis Munitis, Marcelo Bettini, Abel Vigo Comas, Eduardo Navajas, Mario Mercader, Pablo del Rivero, Enrique Sierra, Julio Álvarez, Hugo Lavalle también fueron rugbiers del Club Deportivo La Plata. Muchos están desaparecidos. Otros fueron asesinados.

¿Portada_

Julián Axat, el hijo de Rodolfo, es fiscal y poeta. Hace solo unos días, me planteaba que la mejor condena para el rugbier que golpeó al linyera sería organizar un partido en un lugar donde vivan cirujas y pobres. Es decir, reconciliar el rugby con su mejor tradición. Julián, de hecho, lo hace. Como miembro de ATAJO, la red del Ministerio Público Fiscal que lleva justicia a las villas, organizó partidos de rugby, de fútbol y recitales de poesía allí donde no llega más que la mirada lastimosa de los progresistas o el desprecio de los pudientes. Su mirada suele ser aguda.

La escena del rugbier y el linyera remite directamente a El niño proletario de Osvaldo Lamborghini, el relato en el que tres jóvenes burgueses sodomizan y maltratan a un pibe de la clase obrera. Lo obligan a chupar la pija de sus torturadores, y luego lo ahorcan con un alambre. Confieso que, al leer el cuento hace ya años, pensé lo mismo que con el jugador del club San Cirano. Que había que ponerles un tiro en la frente.

Martín Rodríguez y Julián Axat son poetas. Y la poesía apela a la sensibilidad y a la mirada amplia y abierta. Como decía Brecht, “el odio contra la bajeza desfigura la cara”. Yo solo quería que al rugbier le clavasen un facón. Pero la justicia solo es justa si es poética. Rodríguez y Axat lo saben. Y tienen razón.

Rodolfo Axat

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