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14 de diciembre 2015

Bruno Bauer

Dibuja en Playboy y Mu. Escribe en Crisis y La Vanguardia.

SIC TRANSIT GLORIA MUNDI

Tiempo de lectura: 5 minutos

No, no vuelven los noventas. Es físicamente imposible: ni las leyes de la termodinámica ni la irreversibilidad de los procesos sociales permiten que nada se repita en este mundo, ni como tragedia ni como comedia. Pero sí hay un ciclo económico del capitalismo argentino: una constante oscilación entre la acumulación primitiva de los ajustes sin anestesia, las ganancias a codazos, los saqueos  y corre por tu vida; y el potlatch posterior, el analgésico redistributivo para cicatrizar heridas y olvidar rencores flotando en las mansas aguas de los subsidios y el dólar barato.

El capitalismo argentino parece oscilar entre el potlatch y la acumulación primitiva

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Son los tempi de una economía que se limita a exportar un conjunto de bienes salario de los cuales no forma precio y, con esas divisas, alimentar un mercado interno formado por círculos concéntricos de consumos subsidiados (desde el transporte hasta el dólar turista), consumos que vienen a compensar aquella movilidad social ascendente que sepultamos en 1975.

La larga risa de todos estos años

Hace cuarenta años que es imposible gobernar a la sociedad por encima de esa red de consumos sin verse desbordado por ella. Y hace cuarenta años que es imposible sostener esos consumos por mucho más de una década sin agotar las existencias y tener que empezar de cero corriendo unos metros más acá la frontera de la inclusión social.

En diciembre de 1978, luego de dos años de terrorismo de Estado y ajuste salarial, Martínez de Hoz implementó su conocida política de apertura comercial, endeudamiento y devaluación pautada, con el consabido atraso cambiario que, en los hechos, inyectó dólares baratos y productos importados en las vidas cotidianas de los sobrevivientes políticos y económicos de la dictadura. Para 1980 la morfina monetarista se había disuelto en el torrente financiero: estalló una crisis y la sociedad civil, quebrada y empobrecida, salió lentamente de las catacumbas: huelgas, derechos humanos, etc… Sin más bonanza instantánea, el partido militar sólo pudo ofrecer la droga plúmbea de una guerra, seguida del bajón de la derrota y el aterrizaje forzoso en las opciones realmente existentes: la mística militante del “somos la rabia” o el civilismo alfonsinista del “somos la paz”. Ganó la sociedad, o lo que la sociedad creía ser en aquella hora de derrota no asumida.

Es imposible gobernar a la sociedad por encima del consumo, al tiempo que es imposible sostenerlo por más de una década

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En mayo de 1989 la inflación que la democracia no había logrado resolver se disparó y destruyó a la moneda, a los salarios y una parte de la población económicamente activa que quedó sepultada en los escombros del cadáver industrial argentino. Con la mitad punzó del peronismo y socios tan pocos carismáticos con Bunge & Born o Alsogaray, Menem llevó adelante una acelerada transición al capitalismo duro y puro: privatizaciones, quita de subsidios y aranceles, reducción del personal estatal sin red social alguna, extensión de los impuestos indirectos y conversión forzada de depósito en bonos, todo ello ante la mirada bovina de una sociedad aturdida por los saqueos, la híper y los tiros de La Tablada y Villa Martelli. Al cabo de dos años el capitalismo argentino estaba en carne viva pero la inflación no cedía, hasta que en abril de 1991 el Plan Cavallo volvió a repartir dólares baratos entre los jirones de la nación resucitada como mercado. Luego de reelegir a Menem, la nueva sociedad de mercado volvió a organizarse para gritarle al Estado con piquetes, carpas blancas, apagones y periodistas justicieros, hasta que debió optar entre el control de daños duhaldista o la Alianza, ese sueño imposible de convertibilidad, honestismo y pobreza cero, hecho a la medida de una ciudadanía que quería políticos tan buenos como ella misma. Y la sociedad volvió a elegirse a sí misma, a su mejor retrato.

El ya legendario “dos mil uno” fue el más maravilloso ajuste que haya conocido el siglo XX argentino: la economía sencillamente explotó sin que haya gobierno alguno para firmarlo. El cónclave de feos, sucios y malos que juntó los pedazos del Estado sólo tuvo que ponerle el membrete a decisiones ya tomadas por la astucia de la Historia: default por aclamación y devaluación del 236%. En un planeta en llamas, sin más compromisos internacionales que el de sobrevivir, Argentina tuvo el tipo de cambio competitivo necesario para venderle soja al mundo. El mercado funcionaba sólo y la sociedad aspiraba a prescindir de gobiernos; aún así, en 2003 hubo que despachar el molesto trámite de una elección presidencial: elegir entre la revolución conservadora de un Menem dolarizador, el puritanismo moral y mercantil de Carrió o López Murphy o el “país en serio” de Kirchner: transformar el shock duhaldista en un sistema vivible. La sociedad volvió al elegir lo más parecido a ella misma, a sus sueños tranquilos de gente de bien. Y de a poco recibió su indemnización en forma de nuevos derechos sociales y los dólares baratos que proveyeron los superávits gemelos primero y la birome cristinista después.

10-dollars

De aquí a la eternidad

Ha sonado otra vez la hora de la pluma: un conjunto de prolijos tecnócratas del sector privado, de camisa celeste y hablar pausado, está al mando de un Estado en rojo. Las opciones para conseguir dinero no son muchas: endeudarse en las condiciones que les ofrezca un mercado ofendido, gastar menos recortando sueldos, personal y/o subsidios, o valorizar exportaciones devaluando la moneda, y con ella los salarios. Decisiones difíciles de vender a una sociedad profundamente ofendida con los modales kirchneristas pero poco dada a la austeridad.

La democracia es una treintona ingrata y caprichosa. En estos años hemos visto gobiernos ajustadores reelegidos por mayorías empobrecidas, así como gobiernos que no tuvieron tiempo de explicar un ajuste ante la furia de sus propios votantes. La opción de zambullirse, fondear el frío lecho de la economía real, atravesar el verano braceando duro y treparse a la ola de un nuevo ciclo alcista sigue en pie para el PRO. En el camino, incluso, pueden darse lujos como corregir el déficit en infraestructura con las hormigoneras de Caputo, blindar la educación primaria con la proletarización docente y el neopostivismo del neuroboom, y mantener esa red de asignaciones kirchneristas que ofende a la ética protestante pero garantiza la paz social a cambio de monedas.

Tarde o temprano llegará la necesidad de medir el amor de las mayorías ¿Podrá el PRO resistir la tentación de un dólar barato?

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Pero tarde o temprano llegarán las elecciones y la necesidad de medir el amor de las mayorías ¿Podrá el PRO resistir la tentación de una suelta de dólares baratos, alimentada con deuda, reservas o impuestos sobre las exportaciones? ¿Será este gobierno de gerentes el gestor de una acumulación originaria definitiva que discipline al mercado y relance al capitalismo argentino sobre los trangénicos, el shale gas y la minería, o cederá también a la fascinación ciudadana por traducir el precio de su Nespresso en moneda primermundista? Ya lo sabremos, es sólo cuestión de esperar.

Mientras tanto, las leyes de la termodinámica social nos señalan el camino irreversible que hemos recorrido todos estos años: cada ajuste, cada reparación y desborde social, en los setentas, ochentas, noventas y dos mil, debilitó un poco más al Estado, concentró un poco más al capital y ensanchó un poco más a la marginalidad y su subcapitalismo de secuestros, transas y cocinas de droga. También lo hará el próximo. Y así tenemos cada vez menos herramientas de orden ante una sociedad voraz y un mercado subversivo. También con ello deberá lidiar el nuevo gobierno.

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Comentarios

  1. Gonzalo

    el 14/12/2015

    ¿Podrías expandir tu opinión de los últimos 12 años? Veo una oración ambigua únicamente, me suena corto para el gobierno más largo de la nueva democracia.

  2. SIC TRANSIT GLORIA MUNDI | Cero al As

    el 16/12/2015

    […] Ver: Revista Panamá […]

  3. Alejandra

    el 20/12/2015

    Muy bien, la retrospectiva se lee muy adecuada a lo que sucedio, pero porque fue, por es es asi? Que es lo que deja ese sabor a inevitable augurio de que en el futuro sera otra version de lo mismo? Cual es el confractual? Para que necesariamente no sea mas asi?

  4. Diego Elías

    el 22/12/2015

    Excelente artículo! Salvo quizás por “En un planeta en llamas, sin más compromisos internacionales que el de sobrevivir, Argentina tuvo el tipo de cambio competitivo necesario para venderle soja al mundo”. Con los precios de la soja más altos de la historia, el tipo ido cambio competitivo hizo que no te primazaras tanto. Altos términos de intercambio aprecian, ceteris peribus, tu moneda. Solo eso.

  5. Diego Elías

    el 22/12/2015

    El tipo de cambio, no “ido”, perdón.

  6. Pablo

    el 24/12/2015

    Lo único primitivo que encuentro en esta crónica es el análisis y la extrapolación del capitulo XXI del Capital de Marx sobre acumulación primitiva definida como una etapa en el.desarrollo mundial del sistema capitalista global a la pequeñísima porción que de esta que representa la economía argentina. Como si la pequeña y joven economia argentina en relación al capitalismo mundial sucediera en el vacio.del.espacio exterior. No existe para este análisis la fuga sistemática de divisas que es estructural y parte de la cultura del modo de acumulación capitalista periférica de las clases dominantes argentinas desde siempre pero de forma excluyente desde que “sepulta.os la movilidad social” en 1975. Una crónica de hechos bien enumerada pero al servicio de “naturalizar” e echándole mano a un texto marxista para ocultar lo que omite. La fuga sistemática de capitales. Pura ideología dominante.

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