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13 de noviembre 2019

Bárbara Godoy

SOCIEDAD EN DESHIELO

Tiempo de lectura: 4 minutos

“Endeudarse es la única forma de salir adelante”. Esa frase la hemos escuchado por años de nuestros abuelos, padres, conocidos y en la mayor parte de la sociedad chilena. No solo es endeudarse para adquirir un producto para el hogar, lo es también para estudiar, para costear una operación, para costear lo que la pensión deja a la suerte.  

Chile, el jaguar de América Latina, el niño rico del barrio no es lo que parece. Un país que siempre se destacó por la robustez de su institucionalidad, por mantener los números en azul, ese oasis en medio del desierto, escondía una realidad muy distinta de la que pregonaban sus líderes en foros internacionales. Si bien Chile no transita períodos de inestabilidad económica y política como otros países de la región, internamente era una olla a presión.

En 2011 se vivió el primer estallido social. Aquellas movilizaciones fueron iniciadas por estudiantes secundarios en protesta por el “pase escolar”, un instrumento que permite a los estudiantes acceder a una tarifa reducida en el transporte público. Se convirtió en un movimiento social que al mismo tiempo de exigir fin al lucro, educación gratuita y de calidad puso por primera vez en jaque el modelo económico. Entre otras consecuencias, terminó con la destitución del Ministro de Educación bajo la administración de Sebastián Piñera. Visto en perspectiva, la política no dio respuesta y el movimiento estudiantil, ocho años después, vuelve a emerger en protesta por el alza del pasaje del metro. Ese fue el punto de quiebre para una sociedad que se cansó de esperar los beneficios del modelo, un país que crece pero “a mi no me toca nada”, una sociedad que interpeló a sus autoridades y les dijo esta vez no.

No solo es endeudarse para adquirir un producto para el hogar, lo es también para estudiar, para costear una operación, para costear lo que la pensión deja a la suerte

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Durante los primeros días de movilizaciones en Chile, circuló por redes sociales la imagen de un iceberg, que hacía referencia a que el alza en la tarifa de metro era solo “la punta del iceberg” de los problemas que padecen los chilenos. Paradójicamente, hace ya casi 30 años, Chile mostraba en la Expo ‘92 en Sevilla un iceberg de 200 toneladas cuyo objetivo era marcar una diferencia con el resto de los países de América Latina y mostrarse al mundo como un país exitoso y un ejemplo a seguir. Se trata de un simbolismo. La sociedad chilena, al igual que ese iceberg, es una sociedad fría y es el reflejo de lo profundo que ha calado el modelo económico. Cuando a los chilenos se les pregunta si se sienten latinoamericanos, la respuesta es no, se sienten chilenos. Es una sociedad dirigida a pensarse individualmente, a diferenciarse y a alejarse del resto, quizás esa sea una de las razones de porqué el país demoró tanto en despertar.  

La identidad chilena estaba hasta hace pocos días signada por su modelo económico, la forma de autopercibirse y percibir a los otros en base a lo que poseen y a lo que no, los mejores con los mejores y los peores con los peores, los del barrio alto y los del barrio bajo, segmentados siempre. La sociedad chilena fue sin querer el alumno modelo de un sistema de competencia que adormece la capacidad de pensar un futuro distinto, una sociedad que poco y nada hablaba de política. Ahora empieza a pensar políticamente su vida y su futuro. La política doméstica chilena está mutando, ya no es el Chile de la transición y del consenso, la sociedad demanda reformas profundas en sus instituciones, en su economía y, principalmente, en el rol que le compete a la sociedad civil.

Veamos un poco en espejo a la Argentina y a Chile. El contexto chileno le da un telón de fondo oportuno para las fuerzas políticas que vuelven al poder de este lado de la cordillera. Por varios motivos, pero primeramente porque la sociedad chilena demanda mayor igualdad y ese es justamente el compromiso de Alberto Fernández: superar la crisis y la frustración económica después de cuatro años de ajuste.

La relación que existe hoy en Chile entre gobierno y ciudadanía está quebrada, los sectores sociales se perciben fuera del debate. En Argentina, el nuevo gobierno llega al poder incluyendo una apelación a las organizaciones sociales, los sindicatos y los sectores industriales. En Chile, después del estallido social, sólo el 14% de la población apoya la gestión del Presidente Piñera, un dato no menor, ya que se convierte en el Presidente con menor apoyo desde el retorno a la democracia. No está claro si un nuevo acuerdo social permitirá remontar ese índice de aprobación, tampoco está claro cómo transitará el Piñera este período si no consigue sintonizar con los sectores sociales. Alberto Fernández recogió a los sectores sociales y pretende gobernar con ellos.

El Frente de Todos supo leer el momento político de la Argentina, imprimió política a un país que quiso ser gobernado sin ella, y ganó. El gobierno chileno no previó esta crisis, relegándola a un problema de orden público. Pero la sociedad chilena imprimió política y obligaron al gobierno a establecer medidas de ese orden.

por primera vez en muchos años el diario de la mañana era viejo a la tarde

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El nuevo presidente argentino podrá estar cómodo con el contexto que atraviesa Chile, porque pareciera ser que la sociedad trasandina confirma una sintonía con la Argentina, a las demandas de la ciudadanía en torno a la igualdad. Y en materia de política exterior, la prioridad del gobierno chileno es su política doméstica, prueba de ello es la decisión de suspender las reuniones de la APEC y la COP25, decisiones que sin duda afectan su liderazgo en temas tan importantes como el cambio climático y la guerra comercial. Por otra parte el frente Piñera – Macri ya termina y Fernández tiene ahí una oportunidad para recomponer el diálogo y tomar el liderazgo regional.

Podemos así concluir que Chile se argentinizó. Por primera vez en muchos años el diario de la mañana era viejo a la tarde. Hoy la sociedad comenta y discute políticamente, la contingencia está a la orden del día y hablar en torno a ella ya no es aburrido. Así, a su modo, con sus formas y tiempos, Chile y Argentina vuelven a tener la oportunidad de reconstruirse social, política y económicamente. Pocas veces en la historia los ciudadanos se encuentran con ese momento. Pocas veces, en Chile, los ciudadanos se tuvieron a si mismos. En Argentina, además, lo tienen a Alberto.

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Comentarios

  1. Alfredo

    el 13/11/2019

    Muy interesante. Sumaría la complejidad de que además de estar quebrada la relación entre ciudadanía y gobierno, parece estarlo también con parte de la dirigencia de otras fuerzas tradicionales también. En una encuesta de La Tercera, casi el 60% respondió que lo que la enojaba eran “los políticos”.

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