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VAPORWAVE ARGENTINO: NOSTALGIA POR UN FUTURO PASADO

Tiempo de lectura: 6 minutos

Entre la crítica y la nostalgia, el arte pop y las redes sociales, el microgénero musical y la estética Vaporwave nos brindan la posibilidad de plantearnos interrogantes sobre la persistencia de los imaginarios sobre los 90 y el menemismo en las generaciones de hoy. Consumo, publicidades, pastiche y convertibilidad en un pasado que sigue en la memoria de quienes no lo vivieron, pero lo añoran.

En la última década, cobró fuerza en comunidades reducidas de Internet un sinnúmero de géneros de música electrónica cuya principal plataforma de difusión es Youtube. Allí no solo existe la música como combinación de elementos sonoros, sino también las imágenes como entrecruzamiento de sentidos, de tiempos pasados, presentes y futuros; se publican videos musicales que funden estos componentes para lograr una estética y un código determinado. Una nostalgia por un pasado que nunca estuvo, y sin embargo promete un futuro en estado de presente continuo: el Vaporwave.

MACINTOSH PLUS -420  

 

El Vaporwave, es un microgénero de la música electrónica que consiste principalmente en la mezcla de sonidos y géneros synthpop, disco y pop japonés de las décadas de 1980 y 1990; y la iconografía del arte visual publicitario del mismo período. Si bien tiene sus orígenes en el consumo irónico de estos elementos durante el principio de la década de 2010, y según sus propios artistas esta forma de arte ya está muriendo, en Argentina, cobró relativa importancia en ciertas comunidades de consumidores de anime, comics, videojuegos y particularmente en personas nacidas durante los años 90.

El Vaporwave, es un microgénero de la música electrónica que consiste principalmente en la mezcla de sonidos y géneros synthpop, disco y pop japonés de las décadas de 1980 y 1990; y la iconografía del arte visual publicitario del mismo período.

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“Él puede no haber hecho todo, pero que hizo mucho nadie puede negarlo”

¿Qué sucede con esta nostalgia de lo no vivido, aquel pasado que encanta la existencia como si fuese un presente continuo? Este modo nostálgico, como lo llama Mark Fisher, nos habla de una forma cultural que nos deja exhaustos y sobreexcitados, todo el día a toda hora. Solo el sueño nos libera. 

Acá, las coordenadas generales del vaporvawe primermundista, la añoranza por un mundo ya digital pero menos conectado con sabor a Windows 95 y al citypop japonés que preludiaba a esos anime que solo veía una pequeña cábala de entendidos, se cruzan con el imaginario de una época de una carga simbólica muy potente, los noventa de Nemen,

MENEMVAWE -1995 [MENEM] 

Durante ese decenio sólido, última fase de una metamorfosis de la sociedad argentina que había empezado hacia quince años atrás, el consumo terminó por entronarse en el centro de la cuestión. El consumo como garante de la gobernabilidad. El consumo, nos animamos a decir, democratizado. 

La generación de argentinos que vivió los 70 también se había criado deslumbrada por las cámaras Polaroids que traían sus parientes de afuera (ese hermano de papá que eligió New York en lugar de Buenos Aires, las vueltas de la vida), y había visto a la televisión a color dos, tres décadas más tarde que en el país del Norte. Pero, de repente, se encontró ante una góndola interminable, eligiendo que caja de cereal de marca importada con premio comprar, las mismas que comían Bart Simpson y Marty McFly 

Entre la crítica y la nostalgia, el arte pop y las redes sociales, el microgénero musical y la estética Vaporwave nos brindan la posibilidad de plantearnos interrogantes sobre la persistencia de los imaginarios sobre los 90 y el menemismo en las generaciones de hoy.

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Los 90 no solo fueron los tan mentados viajes a Miami, de los que gozó más gente de la que hoy se anima a admitirlo (sin visa, un beneficio de las carnales relaciones). También fueron los libros y revistas importadas de a conteiners desde España y Estados Unidos que alimentaron el boom de las comiquerías en CABA, las pirámides de ce dés y ve hache eses que franqueaban las puertas de Musimundo, y la hamburguesa de McDonald’s a 0.79 de peso/dólar. Había muñecos importados para todos: para algunos, en el gift shop del aeropuerto; para otros, en la sucursal más cercana del Mundo del Juguete; y para todos los demás, en el todo por dos pesos y adentro de la Cajita Feliz.

Es ese otro pasado reciente, el que persiste en el imaginario de 1 a 1, promesas electorales de ciencia ficción y DisneyWorld. Es volver al futuro, la creencia de un siglo XX que jamás terminó, como si fuese un estado de gestación, prenatal, uterino y confortable. Incluso cuando no se tiene conciencia de ello, sino una idea recreada por los medios y las formas de arte pop. De esta manera, se da lugar a una perversión del easy listening, una música de no-lugar, de no-tiempo. Imágenes paganas, se develan en vigilias que añoran comprar.

Teto Medina – Mi chica de humo (Vaporwave)

La estética –AESTHETICS– del Vaporwave argentino está compuesta por las marcas visuales de los 90, el culto a ese expresidente, así como los comerciales de la época y las referencias a los programas del recientemente fallecido Mauro Viale. En particular, la memeficada pelea con Alberto Samid, que se repite ad infinitum en las redes locales, un caleidoscopio de versiones y reversiones a través de las cuales se miran desde el presente los noventa (aunque la pelea originalmente se transmitió en 2002). Mirtha Legrand, el one hit wonder del Teto Medina “Mi chica de humo”, o más en este tiempo, el culto a la opulencia del fallecido Ricardo Fort, todos colisionan en ese ayer hecho hoy.

Se trata de formas previsibles, conocidas, repeticiones que aseguren el comfort, un pastiche que permite compartir códigos, releer el pasado de una forma más pop, liviana, irónica y, sobre todo, sesgadamente positiva.  Aunque originalmente esta corriente estético-musical refiera a una crítica al modo de vida capitalista, podemos hablar de cómo traer lo retro no solo lava la memoria de la desigualdad menemista, del costo humano de ese tren de consumo, sino que nos ofrece una promesa de satisfacción sobre lo familiar.

¿Qué sucede con esta nostalgia de lo no vivido, aquel pasado que encanta la existencia como si fuese un presente continuo? Este modo nostálgico, como lo llama Mark Fisher, nos habla de una forma cultural que nos deja exhaustos y sobreexcitados, todo el día a toda hora. Solo el sueño nos libera.

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El pasado como un espectro pop y positivo

El pasado es aquella presencia inmaterial y espectral que está entre nosotros. Asistimos al intento de revivir, ya no como tragedia, sino como farsa, a los 90 (y principalmente al menemismo hedonista del 1 a 1, a las infancias que se permitían consumir más allá de nuestras fronteras) a la ilusión del voluntarismo mágico, la creencia que nos dejó el capitalismo en pensar que todo es posible, si se tiene la voluntad y se logra el mérito para hacerlo.

PACHANGA- Vilma Palma e Vampiros goes Vaporwave

El pasado siempre ha sido un insumo primordial en la construcción que los argentinos hicieron de la Argentina, de cómo se piensan a sí mismos. Ya el Martin Fierro de José Hernández, ese hito fundacional de nuestra cultura, primero despreciado y luego abrazado por las élites intelectuales, refería a una pampa gaucha que se encontraba extinta para su publicación en 1874. 

De la melancolía tanguera ante el paso del tiempo a la glorificación de la casa de la vieja como el último refugio por rockeros y cumbieros por igual. De la nostalgia por el peronismo clásico y ese primer-juguete-que-me-regaló-Evita a la obsesión terminal por la bonanza de la Belle Époque agroexportadora (probablemente por el voto calificado y el fraude electoral también), siempre tenemos el pasado en la punta de la lengua.

De la nostalgia por el peronismo clásico y ese primer-juguete-que-me-regaló-Evita a la obsesión terminal por la bonanza de la Belle Époque agroexportadora (probablemente por el voto calificado y el fraude electoral también), siempre tenemos el pasado en la punta de la lengua.

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Gracias al desarrollo constante de las redes sociales, de las plataformas de expresión en Internet, podemos vincular a la cultura popular con el ciberespacio. El tiempo y el espacio se colapsan infinitamente, lo que genera un nuevo consumo cultural que se distribuye de manera caótica. 

En el mundo del capitalismo tardío, regido por abstracciones financieras, las formas culturales, el arte pop, son bienes de cambio simbólico y virtual. O inclusive, la producción de sellos musicales online de vaporwave y future funk (una variación más disco) como Artzie Music.

GARCÍAWAVE 

¿Son resistencias? ¿A qué? La potencialidad del arte online nos permite asistir, conectar con imágenes, sonidos y sentidos de otras décadas, simplemente a un click de distancia. Sin embargo, la distancia está, ya que tanto los artistas de hoy, como los consumidores de hoy, manifiestan una nostalgia legislada sobre ese futuro perdido. Como decía Charly García respecto de la película “Tango Feroz”: “Los chicos tienen una nostalgia de algo que no vivieron”. En el país de la crisis cada siete u ocho años, de la década entera de estancancamiento económico, el pasado hace las veces de futuro, porque se hace difícil imaginarlo mejor que el hoy.

Desde los artistas más conocidos como MACINTOSH PLUS o Saint Pepsi (quién por cuestiones de copyright ahora se hace llamar Skylar Spence), a los locales Ezhak o Alexis Moyano y su GARCIAWAVE, encontramos allí un duelo fallido. Como nuevamente nos indica Mark Fisher, se trata de negarse a dejar ir a los fantasmas del pasado y convivir plácidamente con ellos. Un fantasma recorre la música en Internet, y es capaz de ir de la Argentina a Japón, pasando por la estratósfera en una hora y media.

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Comentarios

  1. lboschiazzo

    el 05/05/2021

    Excelente nota!

  2. Kinui666

    el 05/05/2021

    Me hicieron recordar a Saint Seiya en canal 7 y la propaganda de Topolino en el corte. Que golpe a la nostalgia es esto.

  3. FraN

    el 20/05/2021

    Me gustó. Gracias!

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