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Parece increíble, porque lo es. Un viejo estadista, de pantalones tiro alto bien puestos, dijo hace ya largos años que la única verdad es la realidad, y tenía razón. Esta realidad es una que duele, que lastima profundamente y en un momento por demás desafortunado. No se trata de operetas ni marionetas, es un juego de fricción entre pares llevado al paroxismo. Tensionado a un punto de difícil retorno.

En vísperas de la negociación más importante -la madre de todas las hojas de ruta posibles-, la que convoca al FMI a reestructurar la deuda argentina, partes integrantes del Frente de Todos lanzan una cruzada contra el Ministro Martín Guzmán. No está claro si dimensionan concienzudamente las consecuencias que puede provocar una eventual salida del gobierno del Ministro emblema de la nueva dirigencia y responsable de una buena resolución del asunto de la deuda. No se trata, solamente, de “un tiro en el pie”: sino de una estrategia que conduce indefectiblemente a la derrota. Es un problema ineludible: si a la coalición electoral -porque a esta altura es difícil hablar de frente político- le va mal, entonces a Todos les va mal. Cuando la sangre salpica no discrimina, tiñe de rojo todo lo que encuentra a su alcance. No se trata, entonces, solamente de la renuncia al principio insoslayable que rigió la victoria aquel lejano 27 de octubre de 2019 -“volvimos para ser mejores”- se trata de embargar el futuro de cualquiera de los dirigentes responsables del destino del Frente de Todos.Como reza el tango: en un mismo lodo, todos manoseaos.

Insistimos, esta semana el Ministro y el Presidente se embarcarían juntos en una gira europea que tiene un único fin: la recolección de declaraciones de apoyo para resolver el problema de la deuda que condiciona el futuro de los argentinos y argentinas. ¿Somos conscientes de lo que implicaría detener esa negociación y cambiar el interlocutor en este momento?

La Secretaría de Energía, y la Subsecretaría de Energía Eléctrica, centro geográfico de esta disputa, dependen del Ministerio de Economía producto de una expresa decisión de Alberto y de Cristina; consideraron, acertadamente, que las decisiones de política tarifaria son decisiones macroeconómicas, por ese motivo la cartera energética salió de la órbita de Matías Kulfas y cayó bajo el ala de Guzmán. ¡Pero ahora resulta que el Ministro no puede atreverse a efectuar la remoción de un Subsecretario que se encuentra, al menos, dos escalafones debajo suyo! Parece de locos, pero no lo es, porque el problema real es la cadena de mando en el gobierno.

Está claro que el problema arrastra pujas de concepción: todavía hay algunos buenos samaritanos que atribuyen la hazaña electoral a un “buen recuerdo” del período 2003-2015. En ese sentido, es natural que actúen en consecuencia, replicando ese programa, porque la socia mayoritaria de las acciones de la coalición es, efectivamente, la dueña de los votos. Nadie puede hacerse el distraído, su figura encarna las esperanzas de un cuantioso número de esas papeletas celestes y blancas depositadas por el pueblo en las urnas. El asunto está en que, si Alberto no garantiza la armonía interna, ni construye un polo de poder, no habrá chicha ni limonada. Si se pierde el espíritu del Frente de Todos quedará tan solo un tenue reflejo de lo que pudo ser y no será. Ojalá ese no sea el camino emprendido.

Vamos a decirlo de una manera un tanto brusca, porque en rigor así lo sentimos: este pueblo no tolera más frustraciones, es insólito que a esta angustiante situación social y sanitaria le  agreguemos una posible crisis política al interior del gobierno, ahora, en medio del caos de la deuda y el pico sin tregua del coronavirus.

Las críticas que hoy le hacen a Guzmán son las reivindicaciones que le hacían a Néstor, a quien también le asignaban el mote de almacenero obsesivo con la guita que entraba y salía del país.

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Cumplir el contrato electoral

Recordamos el video aquel 19 de mayo de 2019 en el que Cristina Kirchner anunciaba que el candidato iba a ser Alberto Fernández. Nos quedamos con la jugada maravillosa, única e indiscutible: la de alguien que leía el mapa mejor que todo el resto y que pateaba el tablero político del país. Nadie podía salir de su asombro, tampoco nosotros. Pero había algo más: el trasfondo de la decisión de Cristina dejaba entrever que elegía a Alberto, no sólo porque tenía más posibilidades de ganar y de “cerrar” dirigentes dentro de la coalición, sino porque iba a poder gobernar el país con algo más de cintura, porque tenía la frescura necesaria para negociar con el Fondo Monetario, para dialogar con sectores de la oposición, del sector empresarial y de los medios de comunicación, lugares en los que ella estaba parcialmente vetada, al menos en ese momento. Es decir, para determinados temas trascendentes a la hora de gobernar, se necesitaba una visión distinta, dotada de un modismo nuevo que permitiera impulsar transformaciones sin caer en recetas importadas o rescatadas de un pasado que ya no era extrapolable al presente.

El Frente de Todos surge como una fuerza política en la cual distintos dirigentes, anteriormente enfrentados, deciden dejar de lado sus diferencias para volver a conducir el país, evitando así el estrago económico y social que hubiera provocado otro mandato de Mauricio Macri. El problema conceptual surge cuando, a la hora de gobernar, nos olvidamos de la premisa fundante. ¿Es lógico que exista algún dirigente con mayor preponderancia que otro dentro del frente? Sí, por supuesto. Algunos dirán que es el Presidente de la Nación, otros que, por trayectoria política y por poseer el mayor caudal electoral, es la Vicepresidenta. Está bien de cualquier modo. Lo que no puede pasar es que las tensiones surgidas a raíz de diferencias de opinión -en este caso puntual, acerca de qué hacer con los subsidios a las tarifas energéticas- se transformen en excusas para profundizar las disputas de poder dentro de la coalición.

Lo que está pasando con Guzmán es la gota que rebalsó el vaso. Haciendo memoria, no recordamos otro momento de la historia de nuestro país en el cual un subsecretario no le permita al ministro de economía desarrollar la política económica que considere correcta. Es realmente insólito. Un funcionario, que de acuerdo a la estructura del Estado debería ser elegido por el ministro, permanece atornillado al escritorio que ocupa, negándose a presentar la renuncia que le fue pedida. Parece una sátira, sobre todo cuando el planteo de suba de tarifas ya estaba saldado. El aumento del 9%, después de dos años de congelamiento, no es ni por asomo un tarifazo desmedido. Nadie prepara un ajuste ni un atentado contra el bolsillo de la gente, el ordenamiento de la balanza de pagos y la reducción del déficit -sin ánimos de pecar de monetaristas- también son obligados pasos a la hora de revertir el deterioro del salario real. El gobierno en su totalidad es consciente de la terapia social intensiva que le toca atender, nadie desconoce esa realidad que cruje. Las críticas que hoy le hacen a Guzmán son las reivindicaciones que le hacían a Néstor, a quien también le asignaban el mote de almacenero obsesivo con la guita que entraba y salía del país. Que nadie se confunda, las cuentas claras no son enemigas de los proyectos populares, por el contrario, los proyectos más virtuosos son los que, como el primer gobierno de Néstor, tienen la capacidad de combinar superávits gemelos con progresismo.

Que nadie se confunda, las cuentas claras no son enemigas de los proyectos populares, por el contrario, los proyectos más virtuosos son los que, como el primer gobierno de Néstor, tienen la capacidad de combinar superávits gemelos con progresismo

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Es momento de dejar de tomar este tipo de operaciones como normales en política. Entre la pandemia y la crisis económica en la que estamos, el país no tiene margen para permitirse este nivel de conflicto dentro del gobierno. Aún en el caso de que esto no sea el abismo que creemos y tan solo fuera parte del paisaje ruidoso previo a la definición de listas en un año electoral. De todos modos es grave.

La forma de salir de este conflicto es consolidando un punto de acumulación universal, con un Presidente que ejerza el liderazgo que le fue concedido por el voto popular, con Cristina entendiendo su lugar de Vicepresidenta de la Nación y asumiendo con responsabilidad la necesidad de que el porcentaje de la coalición que ella representa gobierne en equipo, entendiendo que el Frente de Todos tiene sectores que piensan distinto y que está bien que eso suceda.

Volver mejores era volver sin este tipo de pasiones tristes. Era volver a hablar otro lenguaje que no fuera el de la sumisión política o el descarte del que plantea rumbos alternativos. Volver mejores era convivir con nuestras diferencias y construir una expresión de la sociedad lo suficientemente potente y amplia para poder transformar los problemas que aquejan este presente de postergación para la gran mayoría del pueblo. Era cumplir con la palabra empeñada.

Todavía estamos a tiempo.

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